“Interesante ruta por el términos de Picassent, para ir soltando algo del lastre turronero cogido durante las Navidades, mejorar nuestra oxidada técnica en los descensos y reforzar nuestra fe en el GPS.”
Trasladando temporalmente nuestro lugar de pedaleo a Picassent, iniciamos nuestra ruta en un soleado domingo desde el Lidl que está en la carretera de Picassent a Turís.
Desde allí, serpenteamos por unos tramos iniciales entre urbanizaciones para ir buscando el canal Júcar – Túria y rodar en su compañía durante una media hora. Tras unos 45 minutos rodando por asfalto, éste se acaba transformando en pista justo cuando llegamos a las instalaciones de la ganadería Machancoses, desde donde observamos ya las primeras rampas que darán cuenta de mi baja forma tras las Navidades.
Al mismo tiempo, saliendo a nuestra derecha, Motibiker me señala la rompedora Senda del gas, con pinta de tener que atragantarse bastante para el primer día del “nuevo curso”.
Con ánimo renovado y un maillot de menos por el calor, enfilamos las primeras rampas que nos conducirán poco a poco a la temida Cuesta de la Pólvora.
No sé si el nombre se debe a la “traca final” del último tramo antes de coronarla (cuando crees que ya la pendiente es menor, te “explota” un último repechón en tus narices) o a que agotas parte de tus cartuchos de energía en poco menos de 1 Km de rampa.
El caso es que a medida que iba subiendo y apretando los dientes me iba acordando de todos los mazapanes, turrones y roscones que había comido durante estas Navidades!!!!!!
Afortunadamente, la amplia vista de l’Albufera y sus arrozales bien merece la pena el esfuerzo (siempre hay que poner alguna cosa así en las crónicas para que la gente no se eche para atrás…).
Tras unas cuantas fotos y algo de agua revitalizadora, proseguimos rumbo a la parte de sendas y toboganes que nos esperaban en los barrancos de Ferrando y de Castellar. Para ello, sin embargo, aún nos quedaba alguna que otra subidilla hasta que coronamos un collado cerca de la Casa Bernabeu.
Desde allí, enfilamos una pronunciada bajada por sendas estrechas, con el curioso fondo musical de los disparos de los cazadores y algún que otro rastro de plumas peladas en ciertas zonas.
Quizás porque no estemos tan acostumbrados a este tipo de sendas en nuestras rutas por la Calderona, este tipo de sendas siempre son un reto para nosotros y ,aunque en un primer momento, tuve ciertas dudas, tan pronto como asumí que todo es una cuestión de fé, empecé a bajar con algo menos de miedo y a disfrutar con las partes más técnicas.
Y así, pasito a pasito conseguimos enlazar con el barranco Canyada, desde donde tomamos una pista recién asfaltada que nos permitiría rodar unos 10 minutillos junto al Río Magre y enlazar con nuestro siguiente reto técnico.. el barranco Castellar.
La verdad es que si me había llamado la atención el barranco Ferrando, no se quedó atrás el barranco Castellar en frondosidad y atractivo.
Tras unos primeros zig-zags por una soleada senda para coronar un pequeño collado, nos volvimos a meter en el meollo del barranco para buscar su parte más profunda y transcurrir paralelos a él durante un buen rato. En esos momentos de desubicación total, es cuando uno se repite constantemente el primer mandamiento del credo del GPS “El GPS y la huella siempre te llevan a casa” o en su defecto el segundo mandamiento “Al GPS nunca se le acaban las pilas cuando estás en el sitio más complicado!”
Afortunadamente, en esta ocasión el GPS volvió a conducirnos correctamente hasta el Camino Castellar y sus urbanizaciones.
Desde allí, rodando ya con las fuerzas justitas, remamos durante unos cuantos kilómetros para alcanzar los paelleros del Clot de les Tortugues y devoramos los últimos kilómetros por asfalto (bueno, más bien Motibiker devoró, porque yo hacía ya lo que podía!) para regresar a nuestro punto de partida.
Finalmente, casi 37 Km de recorrido en un tiempo de 2 h 45 minutos, que me confirmó lo que Superratón siempre decía en su serie “No olviden supervitaminarse y supermineralizarse!!!!” y que yo no seguí en esta excursión!.
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