La primera semana de Septiembre no salí. Me la tomé en plan descanso después del movido mes de Agosto que tuve. Después de varios días subiendo y bajando al trabajo desde Porta Coeli hasta Valencia, después de hacer dos internadas entresemana a la Calderona (menos masificado) y luego con la bici en el pueblo hice una salida por Navodres y Alcol y me desvirgué en eso de las Marchas competitivas. Ya relaté todo lo acontecido en todas esas fechas y con la necesidad de aparcar un poco la bici pero con las ganas de seguir haciendo kilómetros con la nueva Stevens el primer fin de semana de Septiembre cambié salida en bicicleta por viaje al pueblo de ida y vuelta para una cena familiar, con cordero lechal como principal atractivo de la velada, a falta de orquesta.
El fin de semana pasado, como todos los anteriores antes de vacaciones, el encaje de bolillos pertinente me dispuso tres horas de BTT en el peor momento del día. Debía de aprovechar las horas de siesta de los peques para poder rodar un poco. Horas de siesta = pereza = calor asfixiante. Y así estamos, cuadrando un poco de aquí y un poco de allá para no perder la forma que hemos conseguido este verano.
Al final a las 16.30h salía con un calor de mil o dos mil demonios y además, con el tiempo tan acotado no podía permitirme muchos alardes aventureros. Me fui a subir Potrillos por la pared, no sin antes descubrir unas sendas en la zona de los merenderos que me evitaron un kilómetro de asfalto para así tomar dirección Potrillos aprovechando alguna que otra sombra del bosquecillo donde me adentraba.
La subida a Potrillos por la pared durísima, aunque corta. Era la primera vez que la hacía con la nueva bici y he de reconocer que aún se me atragantan estas subidas técnicas con grandes pendientes, quiero probarla en la subida al Sierro proximamente.
Una vez en Potrillos y en vistas a que la fuente estaba seca, el mundo se me vino abajo. No es que no llevara agua, pero con el asfixiante calor que hacía, las pulsaciones recuperándose de la subida de la pared y encontrarme con que no podía sumergir mi testa en el agua fría que siempre mana de la fuente, la moral se resintió. Decidí volver puesto que el calor no cesaba y yo no estaba con buenas sensaciones. Pudo ser por la inactividad de quince días o, lo más posible, porque mi cuerpo no está acostumbrado a las salidas después de la comida, jejeje.
El descenso desde Potrillos de nuevo a Porta Coeli lo hice disfrutando de la nueva doble suspensión, y más rápido que nunca me planté de nuevo en los merenderos. La bajada hasta aquí me animó, el calor cesó ligeramente y las sensaciones cambiaron. Decidí subir al Portixol, otra pared, pero más tendida y de un par de kilómetros; subí con buenas sensaciones sin necesidad de pasar a plato pequeño. Una vez arriba, en descensos y ascensos cortos e intensos, tomé rumbo al Barranco de Pedralbilla. Después de transitar por caminos durante unos kilómetros me introduje en una pinada frondosa que custodia el Barranco y de ahí por una serie de sendas me llevaron hasta la carretera junto a la urbanización donde tomé la salida, Torre de Porta Coeli.
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